Nuevo amor y regreso a la tv: Carina Zampini

Se hizo famosa por hacer de "mala" (allá por los 90 cuando "el zar" Alejandro Romay la descubrió en un casting y la convirtió en la cruel Carla Lucero de Por siempre mujercitas) y aunque hoy tiene la posibilidad de emparentarse con una mujer que lleva la bondad como bandera, Carina elige una prudente distancia: "Victoria Bandi es una heroína rosa, buenísima en su totalidad, pero esos personajes no existen en la vida real. Por supuesto que me encanta el desafío de interpretar a alguien así, pero yo me identifico más con la lucha diaria por ser pura, que con haberlo logrado", cuenta en referencia al rol central de Dulce amor, la novela que en apenas un mes de aire resucitó a Telefé en la competitiva pelea por el rating.

Y si de paralelos -además de éxitos- está hecha la vida del actor, lo cierto es que la historia de Carina poco tiene que ver con la estricta hermana mayor Bandi. No es aristocrática sino "bien de barrio" (hija de un mecánico, repartió su infancio entre Ramos Mejías, Ituzaingó y Haedo, su actual morada) y tampoco tiene ese caracter estructurado, casi snob de su álter ego. "Ya desde la postura Victoria me obligó a mostrarme recta y disciplinada cuando yo soy todo lo contrario, bien amigable y distendida", cuenta y agrega: "Si bien hubo una época en la que, al igual que ella, me podía definir como una mujer cerebral, siento que en este último tiempo cambie un montón en ese aspecto. Dejé entrar más la intuición y la sensibilidad en mi vida y eso, por más que suene a cliché, me hace sentir más plena", dice y ríe, como si supiera que con su última reflexión se cuela la primera pregunta sobre su nuevo estado sentimental. Si luego de su larga relación con Pablo Arce -el novio de la infancia con quien se casó, tuvo a su hijo Manuel (13) y tras 12 años de matrimonio se separó en 2010-, hoy Carina está comenzando una nueva historia de amor. "Estoy muy contenta, feliz por volver a compartir mi vida con alguien. Por respeto a él, que no es una persona del medio, me voy a guardar su nombre. Solo diré que es alguien muy especial, que fomenta y celebra mi crecimiento profesional", dice para luego rematar: "De todos modos, esto lo aprendí con el tiempo, yo ya no deposito en otros mi felicidad, sino que intento, primero, escucharme a mi misma. No quiero ser feliz porque estoy en pareja o porque tengo un trabajo existoso. Quiero ser feliz a secas", sentencia.

- Haciendo memoria, ¿tuviste tras tu separaciñon el típico miedo a no volver a enamorarte?

- No. A diferencia de las rupturas que se generan por infidelidad o engaño, la nuestra fue muy meditada, llevó un largo tiempo decidirla, por lo que todas las dudas y miedos se concentraron en esa etapa. La crisis y el duelo los viví ahí, cuando me preguntaba si estaba cometiendo un error, si iba a poder dormir sola con mi hijo... Pero una vez que nos separamos todas esas incertidumbres se disiparon: encontré una gran tranquilidad interior. Fue ahí que entendí que la clave pasa por escucharse a si misma y en buscar lo que realmente te hace bien. Lo demás llega solo.

- En ese momento muchos se sorprendieron con tu cambio de look (rubio, más sensual) ¿Sentís que tenía que ver con esa nueva postura?

- Si, pero no porque había decidido hacerme la sensual para ir a bailar o lo que sea. No, para nada, de hecho no soy de ir a bailar y me aburriría salir tan tarde en la noche. Creo que fue más bien el reflejo de haber conseguido esto que te decía, la paz y la tranquilidad interior.

- De todas formas, ¿Te sentís más sensual ahora?

- (Piensa) No, no me considero -ni antes ni ahora- una persona sensual o atractiva. Soy un montón de otras cosas, pero eso no. Lo curioso es que mucha gente me devuelve lo contrario, incluso mujeres que se acercan y me preguntan: "¿Qué te hiciste?" Y yo no sé como responderles que no me hice nada.

-¿Nada de nada?

- Te juro que no, soy extremadamente vaga para la imagen. Si me cuido un poco en las comidas, pero jamás podría vivir a lechuga. A lo mejor si en una semana me comí tres asados y me tomé un par de cervezas, a la siguiente me mido un poco más pero en general no dejo de hacer nada de lo que me gusta, ¿Se entiende? Tampoco uso cremas, ni soy de esas mujeres que se mete en la peluquería cada vez que puede. Yo voy solo para hacerme el color, a la misma peluquería de siempre, bien de barrio en Haedo, que me queda cerca de casa y que me conocen de toda la vida. Simple.

- Algún tratamiento de belleza habrás probado...

(Sonríe) En un momento, te voy a ser sincera, esta faceta de vaga comenzó a molestarme y me dije: "Tengo que ir a un centro de estética". Probé con varios pero lo cierto es que me aburrí mucho en todos y nunca volví a intentarlo. Todo bien, pero no disfruto internándome cuatro horas en algún lugar del Centro mientras podría estar muy tranquila, tomando mates en el jardín de mi casa. Se ve que no está en mi escencia.

- Llama la atención también que a lo largo de tu carrera nunca hayas querido mudarte de Haedo...

- Si, admito que no es muy práctico estar tan lejos del Centro, pero, soy así. Mi papá era un auténtico "busca" por lo que de chica nos mudamos muchísimas veces. Vivimos en Pehuajó, Ramos Mejía, Ituzaingó... Antes de llegar a Haedo estuvimos dos años en San Clemente del Tuyú, ni te cuento el frío que hacía ahí a la mañana. Íbamos a la escuela con mis hermanos bien agarraditos de la mano para darnos calor... (sonríe). Hoy no dejo mi barrio ni loca, sólo lo haría para mudarme a una linda casa en el sur, frente al lago y las montañas.

¿Tu nueva pareja es del barrio?

-No, pero ya le quedó claro que yo no me mudo (risas). Fuera de broma, no es algo que dependa solo de mi: adoro salir de compras y saludar al carnicero y al verdulero de siempre, pero también elijo quedarme en Haedo por Manuel, cuya vida entera pasa por ese barrio.

- ¿Cómo es la relación con tu hijo?

- Maravillosa. Manuel es un ser increíble, muy maduro para su edad. Además es un gran compañero, muy protector.

- ¿Es celoso?

- No, y tampoco tendría por qué serlo. Yo siempre soy muy transparente con él, está al tanto de lo que me sucede y de lo que me deja de suceder. Y, principalmente, creo que además soy una mamá hiperpresente. Me ocupo de él, del colegio, del médico, le organizo reuniones en casa... Pero porque también me encanta ¡eh! Disfruto prendiendo el fuego en casa para hacer hamburguesas a la parrilla y que él venga con 15 amigos a pasar el día entero en la pileta.

- Manuel ya está entrando en la adolescencia, ¿Cómo te preparás para eso?

- Bien, mi hijo no tiene una personalidad rebelde que me haga imaginar muchos desbarajustes. En realidad, me preocupa más el afuera que otra cosa. Este año, por ejemplo, me pidió volver solo desde la escuela y le dije que no. Tiene que tomarse un colectivo, caminar varias cuadras y la verdad es que el barrio ya no es el de antes... ¿Ir a bailar? ¡No!, ni loca lo dejo. Yo siempre le digo: las puertas de casa están abuertas para vos y todos los que quieras, acá pueden quedarse despiertos hasta las 5 de la mañana sin problemas. Pero afuera, no.

- ¿Vos eras rebelde de chica?

- No, para nada. Siempre fui muy decidida y de carácter fuerte, pero no creo que mi madre me califique de rebelde. ¡Bah, eso espero! (ríe).

- SIempre contaste que tu infancia fue económicamente ajustada. ¿Cómo vivís el hecho de que ahora tu hijo pueda contar con muchas más cosas de las que vos accediste?

- Mirá, a pesar de ser hijo único, Manuel siempre tuvo lo que necesitó, no lo que quiso. Por más que lo pida, ¿para qué comprarle un cuatriciclo en el verano si durante todo el año no lo va a usar? Ese tipo de cosas son las que quisimos que entienda y creo que lo logramos.

- ¿Te gustaría volver a ser madre?

- (Piensa bastante) Ni... No te digo que no porque la maternidad es realmente hermosa, pero tampoco es algo que viva como una cuenta pendiente. Me encantaría tener un hijo, pero antes debería consolidar una relación que me haga desear volver a ser madre y, sobre todo, volver a construir un hogar y una familia. En eso estoy.

#notarevistaluz #nota #luz #revista #dulceamor